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sábado, abril 20, 2024

LA SÉPTIMA – IRONMAN NIZA 2022 (PARTE 2)

Emilio Moreno López (@tri4dream)/ Niza

RACE DAY

Vamos con lo realmente importante, la carrera. Después de dos días complicados había que resetear y poner el modo competición activado. Alarma a las 03:45 para desayunar. Arroz cocido con atún, un par de tostadas de pan blanco con mermelada y a levantar a los niños a las 04:30. A las 05:00 teníamos dos taxis esperando en la puerta del hotel para llevarnos a Boxes.

Nos dividimos y tras 15 minutos de trayecto llegamos a la Plaza Massena a las 05:15 aproximadamente. No tenía mucho margen. La T1 la cerraban a las 06:00 por el tema del 70.3 y su dichosa salida en el mismo día. Al llegar allí, efectivamente no dejaban meter nada en la bolsa de RUN ni de Bike, solo podías meter los bidones en la bici y comprobar que todo estaba bien. Gracias a Dios, así fue. Todo en orden. La imagen de la mañana era cómo cada uno intentaba negociar con los voluntarios que por favor metieran en sus bolsas los geles de la carrera a pie. Sobre todo con los niños, que eran más manejables que los voluntarios adultos, donde alguno incluso te negaba la existencia bastante enfadado.

Yo conseguí que una niña me metiera las gafas y la gorra para correr. Algo es algo. Como siempre entreno con Maurten, no me preocupaba mucho el no tener la comida allí, ya que era lo mismo que iba a utilizar, salvo unos geles de 226ers de extra de sodio que siempre meto en las carreras largas y por supuesto en la maratón. Llevan 240mg de sodio con sabor a caramelo. Me busqué la vida para que Lucas o Jacobo me los dieran en la carrera. No se puede, ya lo sé. Pero es lo que hay. Hecha la ley, hecha la trampa. 🙂

A las 06:00 en punto, junto con Andrés, Fran, Ferrán y Borja, nos tiramos en una acera a esperar. Me parece lamentable tener una hora y media a la gente del Ironman sentada en el suelo esperando para su salida. Al final el protagonismo se lo llevan los del 70.3 y nosotros ahí en los atrases tirados como una colilla, con los baños colapsados, agotando la hidratación… De hecho a poco más de media hora para la salida tuvimos que salir de nuevo a la zona de la ciudad a intentar ir al baño. Mendigando por los bares y ni comprando botellas de agua o tomando un café nos permitían entrar. Andrés y yo nos fuimos a un parking a buscar desesperadamente uno, pero nada. Ni por esas. Al final desistí. No creo que después de 600€ que pagamos por la prueba sea el mejor trato para los triatletas.

A las 07:15 por fin nos dirigimos a la línea de salida. Me coloqué en el cajón de Sub01h. Sabía que cuanto menos trafico hubiera, mejor iba a nadar. Y si iban más rápido, pues a intentar coger pies. El agua era completamente cristalina y no iba a ser muy difícil localizar unos buenos.

SWIM – LA MEJOR NATACIÓN EN IRONMAN

Poco a poco entre las piedras (qué dolor cada pisada) me fui abriendo hueco. Los niños me localizaron y vinieron todos a darme un último abrazo. Pistoletazo de salida y rumbo a los 3800 metros. Justo antes de pisar el agua, a la izquierda, me encuentro a mi madre casi metida en el agua con una pancarta en alto que decía: «Hijo, te queremos.» Subidón y al agua. El recorrido me gustaba. 850 metros rectos a por la primera boya. Solo había que nadar recto y no preocuparse de nada más. Me noté desde la primera brazada que era el día. Muy suelto de brazos y de piernas, nadando a un buen ritmo sin tener la sensación de que me estaba pasando gente. Nadé muy cómodo hasta ese primer giro, donde llegué a 01:36/100. Más rápido de lo esperado, pero muy, muy cómodo.

En ese giro tengo un conato de enfrentamiento con un francés que no paraba de intentar pasarme por encima, hasta que al final me metió un codazo en el cuello que me sentó peor que lo que le dijo Materazzi a Zidane en aquella final del mundial. No reaccioné como Zizou, pero casi. Ahí perdí un poco de tiempo y el ritmo desde ahí en adelante fue siempre clavando el 01:40. El agua era completamente azul y transparente. Era muy fácil de seguir los pies. Pensaba que en cualquier momento el ritmo iría bajando como me pasa en otras carreras, pero no. Hasta piensé si el reloj estaba bien porque pasaban los metros, llegamos a la contrameta y y seguía estancado en el 01:40/100 para mi agradable sorpresa.

Empecé a pensar que iba a pulverizar mi mejor registro en Ironman. Fue 01h07 en Lanzaorte 2017. Hice 01h12 en Cascais, en esas aguas heladas del atlántico. Aquí iba camino de bajar de 01h05 y fue algo que me motivó a no bajar el ritmo y a exigirme al máximo. Iba haciendo cálculos cada vez que me sonaba la alarma de 500 metros que llevaba en el Garmin. Iba a conseguirlo. Y así fue. Por primera vez, hacía sub 01h05 y con creces. Yo paré mi reloj en 01h03:58 y la organización me dio 01h04:12. Ritmo medio de 01:41/100.

TIEMPO: 01H04:12 – Posición: 32/245

BIKE – 180 KMS CON +2450 DE DESNIVEL

Entré en la T1 con la moral por las nubes. Sabía que ese tiempo me colocaría arriba y que ahora venía mi terreno. Si era capaz de hacer mi bici estimada y tal como pasó en Cascais o Marbella, iba a remontar posiciones y saldría a correr en unas condiciones inmejorables para luchar por los puestos de Kona. Hice la transición creo que muy rápida. Era una T1 bastante larga, pero tuve la sensación de hacer las cosas muy bien, no atascarme en nada como en otras ocasiones y salir pitando a por la bici.

En 01h10´ya estaba sobre mi P5. En Cascais, por ejemplo, seguiría en el agua, así que el plan iba perfecto. Al llegar a la zona de mi hotel me encontré a Rocío que me cantó que iba el 33. ¡Subidón! Empecé a hacerme mis líos mentales y ya me veía bajando a correr en un Top20 a nada que todo saliera como esperaba. Los primeros kilómetros volé. No sé a cuánta gente adelanté, pero a muchísima. Iba on fire y con la determinación de siempre en el ciclismo. Iba a disfrutar y a comerme este circuito tan exigente. Venía de hacer P8 en Marbella en los 90k y estaba seguro de repetir hazaña en la Costa Azul.

Nada más acabar en la zona rápida de los primeros kilómetros, nos encontramos con una auténtica pared. Rampa de hasta el 17% veo en el Garmin. Había que ponerse de pie y retorcerse sobre la cabra porque era realmente duro. Aun así, sin problema. A casi 400w para arriba. Era imposible ir a menos debido a la dificultad de las rampas. Una vez superado el primer escollo, empezamos a subir el primer puerto, más tendido. El paisaje era espectacular. Iba comiendo y bebiendo como tenía estipulado, hasta que justo antes de llegar al primer avituallamiento, en el kilómetro 20, me acabé mi primer bidón de agua que llevava en los acoples. Lo cambié por una botella de agua que te daban y a segur subiendo. Noté que algo no iba bien. La botella era recta, no tenía el «culo ancho» que tienen las de Lanjarón que dan en España y se quedaba algo holgada en el portabidón delantero. Sin mucho tiempo para pensar en soluciones, pum. En un badén, agua al suelo. Al cogerme en plena subida se cae carretera abajo. Pensé bajarme e ir a por ella, pero la verdad es que se había ido por un terraplén y en ese momento ( gran error) decidí tirar para arriba y esperar al segundo avituallamiento (en torno al km50).

Ahí cavé mi tumba deportiva en este Ironman. Casi 30 kilómetros de subida sin agua acabaron con mis aspiraciones de hacer una gran bici. En realidad no fui consciente de ello hasta que en el kilómetro 60 me entró el primer calambre en el cuádriceps izquierdo. ¡Kilómetro 60! Jamás en todo este camino a Niza en los casi 6000 kilómetros de bici que he metido, sufrí calambres. Y justo en el día importante aparecen nada más comenzar. Me quedaba un mundo y las condiciones no eran las mejores. No parábamos de subir. 60 primeros kilómetros con casi 1200+. Y claro, las piernas sufrían. Y la cabeza más.

Decidí olvidarme un poco de tema vatios, ya que no era capaz de mantener lo estipulado y salvar el día. Metí cadencia en las subidas y me olvidaba de pedalear en las bajadas. Tenía momentos muy jodidos con los calambres y otros donde parecía que se había solucionando. Ya no paraba de beber y de comer en todo momento, eso hizo que la musculatura aguantara la carga de este circuito tan exigente. Lo peor de todo es que ya no disfrutaba del paisaje ni de nada. Sabía que la maratón iba a ser un suplicio y estaba completamente desmoralizado.

El plan era claro: cuando las piernas me dejaban, apretaba. Cuando me venían los calambres a sobrevivir. Y bajando, pues dejarme llevar pensando en correr después. Tenía estipulados 236 vatios normalizados y apenas pude llegar a 200 en meta. Un desastre. Aquella maldita botella de agua había tirado por la borda el grandísimo trabajo que había hecho en bici durante tantos meses. Pero los errores se pagan y yo tenía que pagar por ello.

A pesar de todo, gracias a que no me dejé ir y que luché hasta el final, hice una bici más que aceptable. 06h02´perdiendo solamente 10 posiciones respecto al sector de agua, así que ni tan mal. Yo pensé que había perdido 50 por lo menos. La llegada a la T2 fue un auténtico calvario. Ese fue el peor momento. Ahí ya sí que no podía dar casi pedales. Se levantó un viento fortísimo por el paseo marítimo y las piernas dijeron basta. Bajarme de la bici fue un suplicio. Completamente acalambrado, agarrotado, sin poder dar casi un paso, me planté en la T2 teniendo que correr 42km a pie. Casi nada.

TIEMPO TOTAL: 06H02´ – Posición 44/ 245

MARATON DE SUPERVIVENCIA

Poco a poco conseguí mientras caminaba por la T2 que las piernas se fueran relajando. Iba completamente fuera de carrera. Me costaba hasta encontrar mi pasillo de la bici. Gracias a que vi a Rocío que estaba justo donde mi dorsal, me ayudó a ubicarme y me dijo que iba el 31 en ese momento, cosa que realmente me sorprendió y me dio energía mental para intentar hacer la machada a pie. No sé si era cierto o no, pero me valía en ese momento.

En Cascais, debido al frío del agua se me subió el gemelo derecho y estuve así toda la bici. También pensé que no podría correr y ese dolor acabó desapareciendo. Por lo tanto tenía esperanzas aquí. Lo mismo las piernas soportaban la carga de la carrera y me dejaban hacer una carrera digna.

Salí con energía. Los primeros 2-3 kilómetros, con viento de cola, se me hicieron llevaderos e incluso tuve que aflojar porque me puse en sub5 sin querer y no quería gastar balas. Iba recobrando la moral al ver que los calambres habían desaparecido, pero pobre de mí. De repente me entró un picor bastante fuerte en la tibia derecha, me agaché para rascarme un poco y automáticamente el cuádriceps izquierdo se me paralizó. ¡Búa, qué sensación! Me quedé bloqueado como dos minutos sin poder hacer nada. No bajaba. Qué dolor y qué grima. Un aficionado me dijo que si me ayudaba a estirar, pero no podía moverme. Intenté caminar y los 5 o 6 metros el cuádriceps me dio una tregua y volvió a su sitio. No habíamos llegado ni al kilómetro 5 y estaba así. Qué martirio tenía por delante.

Pasé por el primer punto kilométrico, donde el aeropuerto, a 5:15/km. Eran 5,6km de «bajada» y otros tantos de «subida» con un vendaval en contra hasta la meta. No sé que velocidad de viento daban, pero os aseguro que fue una locura. Sabía que esa vuelta a contrameta como tenía las piernas iba a ser bastante complicada, pero de cabeza me encontraba muy bien y asimilé rápido mi situación. Así que el plan era claro: sufrir hacia arriba y apretar lo que pudiera hacia abajo. Eso hice tras el primer paso por meta. Las patas me dieron un respiro y curiosamente hasta los 10 primeros kilómetros las sensaciones eran buenas, aunque siempre tenía la amenaza de los calambres.

Hacía bastante calor. Ya veía a mucha gente caminar. Las duchas portátiles que habían puesto en los avituallamientos nos daban la vida. Completamente calado iba recorriendo camino. Poco a poco la velocidad media iba cayendo, pero tenía claro que tenía que avanzar todo lo que pudiera porque las piernas no iban a aguantar hasta el final, por desgracia eso lo tenía claro. Me animaba el ver que había mucha gente llegando en bici cuando yo ya iba a por los 20k. «Venga Emi, que hay gente peor, hay que luchar hasta el final.» Curiosamente esa frase me la repetí bastantes veces. Me acordaba del Madrid y de sus grandes remontadas en la Champions. La soledad es lo que tiene, te da tiempo a pesar en cosas de todo tipo, y por supuesto el Madrid siempre está presente.

En el segundo giro, al ver a mi familia intenté hacer una machada. No iba mal pero Rocío me dijo que le había dicho Arroyo que bajase 15 o 20″ la velocidad al kilómetro que el día estaba siendo muy duro por el calor y por el viento. Tiré para el aeropuerto con muchas ganas, sufriendo de piernas pero solo era dolor, no calambres, así que había que aguantar. Quería dar una sorpresa a toda la gente que me estaba siguiendo, llegar al siguiente punto kilométrico y que por un momento pensaran: «¡Vamos, se está recuperando!» Intentaba correr rápido pero estaba un poco limitado, la tensión en la musculatura me frenaba, pero aun así pasé la media maratón en 01h49´a 05:21 de ritmo medio. Para como iba, estaba contento.

Quedaba lo más duro. Intenté aprovechar la siguiente bajada para volver a apretar todo lo que pudiera de camino al aeropuerto y así afrontar los últimos 15k con lo que me quedara. Salvé de nuevo ese tramo con un ritmo cercano a 05:00/km pero en el giro camino del 30 se acabó. Sabía que llegaría el momento. Las piernas no aguantaron más. Ya era imposible intentar correr rápido. En cuanto apretaba, los cuádriceps me reventaban. Tocaba asimilarlo, ser fuerte de cabeza y saber que tenía 17km muy jodidos por delante.

A pesar de todo fui tirando como pude. Hasta el 30 corriendo casi todo el rato, pero ya al ver por última vez a mi equipo, me paré un minuto a hablar con ellos y les dije que tardaría en volver, que iba bastante mal de piernas. Me quedaban 12 kilómetros de agonía. De saber gestionar mentalmente una decepción y de llegar a meta de la mejor forma posible. 32, 33… ¡Qué largo se hace cuando vas mal! Y así hasta el 35 donde giramos hacía meta. Sin duda el peor momento. El viento era criminal. Ya no podía correr. Decidí que había que caminar lo más rápido posible, porque andando los cuádriceps me daban una tregua. Entre medias corría. Los famosos CACOS. Caminar y correr hasta que no pudiera más. Intenté hacer un 4 corriendo y 2 caminando. Pero increíble el puto cuerpo humano. ¡Era incapaz de correr 4 minutos sin que las piernas me estallasen!

Qué situación más complicada. Ver que el pulso va a 90-100, que quieres comerte el mundo pero que no puedes. Me encontré con un chico chileno que vivía en Alemania que me animó a unirme a él. También estaba haciendo CACOS, pero le quedaba una vuelta más que a mí. Ahí pensé: «Joder Emi, este es un chaval joven y va bastante peor que tú.» Aguanté con él un poco pero una de las arrancadas para volver a correr le dije que tirara, que no podía seguirle el ritmo. Bueno, qué ritmo. ¡No podía aguantarle un trote cochinero! Qué frustración.

Poco a poco fui restando metros hasta llegar la zona de meta. Iba jodido. Venía caminando. Tiré de orgullo y me dije a mí mismo: «Emi, coño. No puedes entrar andando en la zona caliente de público. Trota, corre, por el amor de Dios.» Y eso hice, pero en el último avituallamiento, a escasos kilómetro y medio de meta se me contracturó el antebrazo derecho y el izquierdo. Pero ahí no quedó la cosa. En el gesto de beber agua, se me enganchó la zona de la garganta, ese músculo tan guay llamado esternocleidomastoideo. Acojonante el nivel de deshidratación que llevaba.

Menos mal que la meta estaba ahí. Si me hubiera quedado otra vuelta, seguramente me habría tenido que retirar, porque ya no eran condiciones para seguir compitiendo. Entré en la recta de llegada. Lo único que me preocupaba era correr algo y ubicar a mi familia. El ambiente molaba, bastante gente, pero no era la meta de otras grandes plazas de Ironman. Nada que ver a Vitoria, por ejemplo. Últimos 50 metros, ya en la alfombra rojinegra (como los colores del Milan de Sacchi), mucha gente en la grada y afortunadamente localicé en primera fila a todos mis hijos, mi mujer y mi madre.

Sin duda el momento más emocionante de toda la carrera. Había acabado por ellos. Le prometí la medalla de finisher a Bosco y no podía fallarle. Me fundí en un abrazo con cada uno de ellos. ¡Joder, qué emocionante! Hay tanto trabajo detrás, tenía tanta ilusión en esta prueba, había sufrido tanto durante tanto tiempo… ¡Desde el km60 de bici gestionando problemas! Por eso al abrazarme con ellos rompí a llorar. Muchas emociones. No todos los días se cruza la meta de un Ironman. Y lo volví a hacer. No como había soñado, pero cumplí nuevamente finalizando mi séptima prueba en los míticos 226 kilómetros.

Lanzarote 2016, Lanzarote 2017, Vitoria 2019, Barcelona 2019, TradeINN 2021, Portugal 2021 y Niza 2022. Papá x4, Ironman x7.

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¡Qué me quiten lo bailao! 🙂

TIEMPO TOTAL MARATÓN: 04H14´- POSICIÓN: 112/245

TIEMPO TOTAL IRONMAN: 11H32´ – POSICIÓN AG40-44: 55/245

Emilio Moreno
Emilio Moreno
🇪🇸 | IRONMAN Triathlete AG 40-44 💪 | Papá x4 y IRONMAN x7 🇪🇸(5) 🇵🇹(1) 🇫🇷(1) ✌🏽 | 1x IM703 WC qualified 🇺🇸 22 🎙 | Sports Journalist

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